La búsqueda de niveles más elevados de protección animal no solo se basa en la necesidad de resguardar el ecosistema, sino también en la convicción que los animales son seres que deben ser respetados. La crueldad en su contra es tan inaceptable como la que se ejerce a cualquier persona o grupo social vulnerable.
Paulatinamente se han mostrado avances en la protección de los animales, como la creación de organizaciones especializadas o la dictación de leyes en este sentido. Sin embargo queda mucho camino por recorrer y lamentablemente aun el mundo es testigo de agresiones sumamente violentas en contra de diversas especies, siendo una de ellas, la equina.
En efecto, los caballos, en sus diversos modos de existencia e interacción con el ser humano, han sido objeto de horrorosas formas de maltrato a lo largo de la historia. Particularmente, las especies salvajes al rededor del mundo fueron y son víctima de persecución y exterminio. Podría esperarse que ante el aumento de consciencia sobre los derechos de los animales tales agresiones disminuyeran, sin embrago, en las ultimas décadas han tenido lugar dramáticos casos de agresión hacia equinos salvajes que dan cuenta de una peligrosa realidad que puede ir en aumento si no se actúa prontamente tanto para denunciarlas como también para proteger a los caballos.
En Pontevedra, España, se hizo habitual colocar trancas en las patas de los caballos salvajes que no solo limitan el desplazamiento de los equinos sino que también les causan mucho dolor al moverse. De esta manera, a penas pueden caminar, en ningún caso correr el libertad y se les expone a reiteras caídas. A su vez, estas medidas causan heridas en los caballos y expone a peligros a los automovilistas de la zona, ya que los animales, con las trancas como tortura en sus patas, no se pueden apartar rápidamente de los vehículos en movimiento lo que aumenta el riesgo de accidentes viales .
Uno de los maltratos más recientes es el que esta teniendo lugar en Estados Unidos donde se están realizando cuestionables esfuerzos por disminuir la población de caballos salvajes en tierras públicas, a pesar de existir una ley federal que les protege. Los animales son perseguidos por helicópteros que vuelan a poca altura, muy cerca de ellos, por lo que se asustan y corren sin control. Esta situación de stress les impide estar consciente de los peligros de su entorno, por lo que caen y sufren serias heridas. Una vez capturados, los caballos son enviados a corrales sobrepoblados, en los que pueden permanecer durante tres o cuatro años. La Wild Horse campaign señaló que 1.444 caballos fueron capturados en un sólo día y 10 murieron ya sea durante la estampida o fueron ejecutados debido a la seriedad de las heridas sufridas durante la huida.
Una de las agresiones más terribles ha sido la experimentada por los caballos salvajes Epeison. Particularmente alarmante es que esta especie se vió amenazada no por una acción clandestina de agresión, sino por un acuerdo formal de voluntades, celebrado ante notario público. En virtud de un contrato de caza entre la fundación Yendegaia y Miguel Serka, los Epeison fueron perseguidos, atacados y capturados de manera sumamente violenta. La justificación para ello fue el peligro que los Epeison podían significar para la flora y fauna típica del extremo austral del continente americano, peligro que no cuenta con sustento científico alguno. Por esta infundada preocupación muchos caballos fueron heridos con balas o flechas envenenas, y sufrieron la quebradura de extremidades y separación abrupta de sus manadas, lo que parece particularmente cruel considerando lo importante que es para los caballos el grupo en que llevan a cabo su vida, siendo la manada su familia.
Ante tales ejemplos de maltrato equino parece fundamental trabajar en formulas para su protección tanto física como emocional. Si nos es indignante someternos entre humanos a persecuciones brutales o que se acuerde formalmente el exterminio de un grupo particular de personas, ¿porque son permisibles dichas acciones respecto a los caballos? Difícilmente la humanidad podría avanzar hacia sociedades más igualitarias, pacificas y justas si se permite e invisibiliza el maltrato a los seres más vulnerables, aquellos sin voz, y respecto a los cuales nuestra existencia esta ligada por ser habitantes de este planeta; esto es, los animales.